2011-10-28

La Señora Frankenstein



LA FIGLIA DI FRANKENSTEIN (Lady Frankenstein)
Director. Aureliano Luppi. Con Joseph Cotten, Rosalba Neri, Paul Muller, Paul Whiteman. Italia, 1971.

¡Qué desacato! Pues no acabo de enterarme de que el doctor Frankenstein, un hombre algo enloquecido pero siempre revestido de clase y dignidad, ha procreado una hija de lo más desvergonzado. Y yo que creía que Basil Rathbone era el único vástago de tan ilustre varón...

Esto de los años setenta, con tanta desmitificación a cuestas, conlleva tales disgustos que me confirma mi decisión de quedarme a vivir en el pasado. Allí don Joseph Cotten era un galán de prestigio que había trabajado en El tercer hombre, Luz que agoniza o Ciudadano Kane, nada menos.

Aquí, en este desgraciado presente, es un pobre Frankenstein patilludo, envejecido y falto de firmeza y decisión que recibe la visita de su hija cuando está a punto de concluir uno de sus monstruos deformes. La niña, algo talludita, regresa de finalizar sus estudios para dedicarse, siguiendo la tradición familiar, a ayudar a su papá en sus eternos experimentos. Entrambos pergeñan, cómo no, una criatura monstruosa, calva, tuerta y más fea que Picio, que llena de instintos asesinos como está mandado, no tarda nada en enviar al otro barrio a palos al veterano y sufrido doctor, para lanzarse a ver mundo que es en el fondo lo que estos seres contra natura prefieren hacer sobre todas las cosas.

Hereda el laboratorio la moza, que resulta ser un zorrón desorejado que coge al tonto del pueblo -tonto, pero musculoso- y cerebro por aquí, operación por allá, trozo de muerto por acullá, se construye a su medida un hombre artificial especializado en satisfacer los caprichos sexuales de su insaciable ama. ¡Venga de zís y venga de zás, menudo escándalo!

Menos mal que la criatura de su padre, escarmentada en sus campestres excursiones por un público que en nada simpatiza con su otredad, acaba finalmente por regresar para poner las cosas en su sitio...
Y todo tomado en serio, sin chispa de humor, con una realización de modos modernos nada desdeñables, mal que me pese, como queriendo imitar a la Hammer esa yé-yé que tanto les gusta. Aunque lo que es a mí el soponcio ya no me lo quita nadie. ¡Serán sinvergüenzas estos italianos...! ¡Qué falta de respeto, dónde iremos a parar...!

2011-10-24

Profecías para el Año 2000

COMO SERÁ EL AÑO 2000 - 1ª
¡Albricias, nietucos!! El azar ha puesto en mis manos, en este año de gracia de 1963, un sapientísimo Album de Cromos que ríase usted de Nostradamus y San Malaquías! Desde el 1800 al año 2000 nos muestra, de la mano del grandioso profeta gráfico don Manuel Gutiérrez, alias Gutmaga, cómo fue el pasado y cómo será el brillante futuro que a todos nos aguarda en el venidero siglo XXI. ¡Vean, vean cuántas son las maravillas de que vamos a gozar, que en sucesivas entregas se las voy a mostrar todas! 

Todos tendremos en casa, en habitación habiltada a tal efecto, un cerebro electrónico de no te menees, mientras robots de colores nos ahorrarán las enojosas faenas domésticas para que sin prisas podamos llamar por teléfono a nuestros parientes y allegados, viéndoles al mismo tiempo la jeta. ¡¡Hasta desde la Luna lo podrán hacer los militares allí destacados!! ¿Qué les parece?   
Zoológicos y parques temáticos donde distraer a los niños serán cosas olvidadas. ¿Qué sentido tendrían cuando mediante una sencilla pantalla y unos prácticos chufos en la cabeza podremos asistir en directo a las colosales peleas de los grandes bicharracos antediluvianos? ¿Quién da más? 
Ríase usted de la burbuja inmobiliaria; los megarrascacielos en los que habitaremos darán trabajo a innúmeros operarios de la construcción, por siempre jamás. Obreros, esos sí, especializados, que se requieren estudios para manejar las potentes grúas robots o los elevatanques de los que dispondrán nuestros ejércitos para redimir a las naciones más díscolas. Vean si no las imágenes cuán a las claras lo muestran. 
Aglomeraciones y embotellamientos ya no creo que haya ninguno,entre los cohetes en que nos desplazaremos y las amplias ciudades submarinas que han de constituir nuestras segundas residencias donde como Hombres Peces voladores viviremos felices para siempre... 
Última hora: No sé qué infierno de nietuco me dice que estamos en 2011 y no en 1963 como yo me pensaba... ¡¡No puede ser!! ¿Dónde están entonces estos prometidos prodigios? ¿Se los habrá llevado por delante la crisis esta del diantre? ¡¡Yo quiero aquel futuro tecnológico y de colorines!! ¡¡Menuda mierdaaaa!!

2011-10-18

El león, la zorra y el gavilán

COMER Y SER COMIDO
Ya conocen ustedes de sobra cuál es la ley que el demiurgo impuso desde la creación: comer y ser comido, nuestro destino común. Los niños de los años veinte aprendían en cuentos poco hipócritas y nada blandurrones -dos características que hoy monopolizan la literatura infantil- los modos de este mundo, de la mano de relatos ejemplares como este, titulado El león, la zorra y el gavilán, e ilustrado poor el genial Luis Palao, de quien a menudo les he hablado. 
Patos que chinchan a las zorras, excitando sus instintos; zorras con armadura que mandan a los leones al dentista; gallineros asaltados con los más inermes destinados a ser víctimas de las mustélidas mandíbulas; bandoleros gavilanes que desde los aires traen la muerte al inocente; perros que violencia mediante restablecen el orden en el corral: Nada que no pueda cualquiera observar en su cotidiana vida. Expresado, eso sí, con cruel exquisitez, y es que estos cuentos de Sopena no son cosa vulgar en absoluto: recuerden pinchando AQUÍ aquel que les traje hace tiempo de La cerda y el cerdito.
Vocabulario nuevo que el niño debe practicar tras la lectura de este cuento: Voraz, dentellada, rapacería, perdigonada, colmillo, saciar, instinto, relamer.

2011-10-13

Exotismo colonial



ORO, GARRA Y SALACOT

Pocas cosas hay tan confortantes como dejarse mecer por las innúmeras fantasías que los años -los siglos más bien- del colonialismo trajeron consigo. Reflejan aquellas páginas ahora amarillentas un mundo ordenado en el que el lector -blanco, que no están hechas para otros- es monarca indubitable. Tocado con su sempiterno salacot, atraviesa tierras exóticas entre fieras, nativos fieles o traidores, tesoros ocultos, mujeres más o menos equívocas y peligros naturales, consciente siempre de su superioridad. Canta esta literatura la epopeya del dominio blanco, ajena al remordimiento que hoy acompaña inevitable los hechos históricos. Asumiendo éstos, puede uno dedicarse, y yo así lo aconsejo, a degustar historias excelentemente urdidas por más que sea imposible ya compartir la cosmovisión de sus héroes.

Personajes elegantes, de los que atraviesan la jungla sin perder la compostura, cambiándose para la cena y haciendo gala de los más exquisitos modales.

Bien sea en islas sudamericanas plagadas de tesoros ocultos, como en el ejemplar relato de Valentine Williams, o presidiendo safaris africanos al estilo del impoluto Doctor Sibelius, del autor alemán oculto tras el seudónimo de Livingston Hahn.




Edison Marshall, de quien Altés habló muy sabiamente en su imprescindible BLOG, es autor consagrado a la aventura, fruto carismático de su tiempo. Pueden verlo satisfecho tras abatir un tigre de Bengala, que el triunfo sobre lo salvaje, arrumbadas conciencias ecológicas, es médula de todas estas novelas. Puntería y precisión caracterizan sus libros tanto como sus cacerías, nunca aburridas, siempre vigorosas.



Sea en las selvas de Sudamérica o entre las arenas del desierto egipcio, el objetivo del héroe es invariablemente la conquista. Fortuna, riqueza, poder que se consiguen mediante la fuerza, la nobleza y la astucia, obteniendo lo que de un modo natural le está destinado. Como en las obras de Rex Beach, normalmente más consagradas al Oeste, o en las del británico Louis Tracy, descubridor de tesoros enterrados hace siglos a despecho de bebereberes rebeldes e insidiosos musulmanes.



Este caballero de singular dentadura es un escritor hoy muy reivindicable, don Reginald Campbell, hijo del Imperio Británico que frecuentó lugares tan ignotos como Thailandia o Siam, criando elefantes e imponiendo su autoridad sobre díscolos nativos. Pocos como él han sido capaces de captar las esencias de la aventura colonial, fundamentalmente inglesa, con tal despliegue de energía y conocimiento. Esa misma virtud es la que impide que se reediten sus textos, empapados como no podría ser de otro modo por valores muy pero que muy mal vistos.

Y no será porque hoy, no vayan a creerse, no se practique el colonialismo, el dominio y la rapiña que con tan buen pulso narrativo cantara Campbell en sus novelas. Ahíto de culpa, Occidente precisa de la hipocresía, desahogando su mala conciencia a base de venerables ONGs, que bien podrían cumplir en la ficción contemporánea el papel otorgado antes a estos hombres de salacot y pistola en cartuchera, tan sinceros como equivocados, y sin embargo tan disfrutables...



2011-10-09

Dr. Pyckle and Mr. Pryde

DOCTOR PYCKLE AND MISTER PRYDE
Director: Scott Pembroke. Con Stan Laurel, Julie Leonard y el perro Pete. USA, 1924
No sabía la que iba a armar don Roberto Luis Stevenson cuando dio a la imprenta su libro sobre las infortunadas andanzas del Doctor Enrique Jekyll. Nada tardó en convertirse en obra teatral, y de ahí a pasar al cine siguiendo el camino de ilustres predecesores como Drácula o Frankenstein. La historia se simplificaba cada vez más, limando asperezas y dando, según conviniese, mayor o menor relieve al componente sexual latente.Para 1924 lo menos se habían estrenado seis versiones, desde una danesa (1910) a la de Jaime Cruze de doce años antes, pasando por las dos que vieron la luz en 1920, la canónica interpretada por el gran John Barrymore, y otra más pacata y moralizante, de la que algún día les contaré, protagonizada por Sheldon Lewis. Tema, pues, conocido de sobras por el público. Sólo faltaba la parodia para que quedase definitivamente incorporado al imaginario del siglo.
Nada menos que Stan Laurel dio el paso adelante. Cómico de raza, payaso enorme de los que no se avergüenzan de serlo, ya llevaba tiempo rodando de plató en plató. Poco le faltaba para componer con Oliverio la más famosa de las parejas de hecho del cinematógrafo, dejando atrás por fin estrecheces y miserias.
Doctor Pyckle and Mister Pryde es un corto de menos de veinte minutos donde el Flaco se despacha a gusto ironizando sobre la versión de Barrymore, a quien imita en ademanes -esos brazos vacilantes estirados hacia delante- y aspecto, con los dedos larguísimos y unos pelujos descuidados símbolo de su perfidia y su falta de respeto al orden. Tanto se identifica la melena con el mal que hasta un perro que bebe accidentalemente la pócima la luce sobre su cabeza antes de ponerse a dar mordiscos a diestro y siniestro.
Sencilla y efectiva a más no poder, es una gozada contemplar los brincos y travesuras de un Mr. Hyde ingenuo y expresivo, amigo de robar helados a los niños o asustar señoras con un matasuegras.Una joyita cómica que de seguro ha de regocijarles tanto como a mí.
Háganme caso y pinchen AQUÍ, que podrán verla de inmediato sin moverse de sus asientos. No están los tiempos para desperdiciar la ocasión, que reír, según dicen los sabios azucarillos de los resturantes chinos, es pasar el tiempo con los dioses...