2009-02-13

The Lost Jungle

Dedicado a mis nietos los jóvenes artistas del Circo Meliés
THE LOST JUNGLE
Director: Armond Schaefer. Con Cyde Beatty, Cecilia Parker, Sid Saylor, Edward Le Saint. USA, 1934

Conforme me voy haciendo chocho y decrépito disfruto con mayor intensidad de los seriales. Mira que hay algunos capaces de dormir a un elefante -no es el caso del que traigo bajo el brazo-, pero aún así no hay quien me despegue del televisor en cuanto echan uno por el Canal Desván.

Todos con la misma estructura y formato, episodios de veintitantos minutos repletos de persecuciones, acción y perpetuo movimiento, en los que la prisa impera por doquier: la de los directores en acabarlo, la del productor en que sea más corto aún el rodaje, la del público en que llegue pronto a las salas, y la de los protagonistas que sean quienes sean corren siempre de un lugar a otro sin parar.

Este The Lost Jungle es canónico. Lo protagoniza el gran Clyde Beatty, un domador estrella del circo de los treinta la mar de simpático a quien me presentaron mis amigos del Circo Meliés cuando vino de gira por estos lares. Rodeado por gentes no del todo de fiar (además del típico amigo tontilón y graciosillo) el bueno de Clyde naufraga en una isla Arca de Noé, buena excusa para hacer convivir alegremente a sus tigres y leones amaestrados. Un tesoro, las ruinas de un templo, piratas modernos y una chica rubia completan el arco argumental.

Cándida hasta decir basta, es una gloria ver correr al domador y sus amigos del templo a la choza, de la choza a la jungla y de la jungla al templo. Y vuelta a empezar en cada episodio. Y aunque se repita más que el ajoaceite, todo es muy loco, con algunos hallazgos deliciosos; el mejor, un gorila que habita en las ruinas al que todos temen y que no cesa de gruñir y pasear malhumorado en cuanto ve aparecer a alguien (¿tal vez Ray Corrigan con su traje de simio de alquiler?). O el malvado traidor, que se disfraza de "sacerdote nativo" sin molestarse siquiera en ocultar su rostro. Y no digamos los obligados enfrentamientos de Clyde con las fieras armado de un palo y un látigo.

Simple como un botijo, ya les digo. Y encantadora a rabiar, muy recomendable para las almas sencillas que gusten estos placeres de a peseta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

estos placeres de a peseta es que no tienen precio.

menuda joya!

Sr. Feliú dijo...

Finalmente seré yo quién le dé las gracias en nombre de Circo Méliès. El jefe de pista se encuentra levemente indispuesto y le ruega que disculpe la tardanza y no lo tome como descortesía.
Reciba un tirón de guedejas de sus revoltosos nietos