2008-01-27

DIE ABENTEUER DES PRINZEN ACHMED


DIE ABENTEUER DES PRINZEN ACHMED
Director: Lotte Reiniger. Cámara: Carl Koch. Animación, Alemania, 1926

Ay, que van a tener que perdonar que me ponga serio, pero es que hay cosas que las ve uno y le entra la emoción , y se conmueve y hasta se le marcha por un rato la ironía. Pasa cuando te enfrentas al arte gordo, como el que desde su casa, armada de tijeras y colorines y ayudada en la cámara por su señor esposo Carl, facturó contra viento y marea Doña Lotte Reiniger, a contra corriente durante años, toda su vida en verdad.
Cineasta de casta, hechicera de la estirpe de Meliés y Starewicz, de los que toman el celuloide por asalto para fabricar sus sueños personales, irrepetibles, sus mundos únicos. Imágenes que fascinan, de las que devuelven la inocencia boquiabierta a la mirada, incluso aquellas tan encallecidas como la de quien les habla. Es el de la señora Reiniger universo de cuento clásico, nacido en la Alemania de entreguerras y trufado de magia y expresionismo, que de ambas fuentes y de otras más alimenta la creadora su radical apuesta.
Animación en sombras chinescas, arte antiguo aquí resucitado incorporando todos los trucos y avances, transparencias, tramados en gris y tintados exquisitos en un alarde estético mezcla pareja de vanguardia abstracta (no en vano colabora en la cinta Walter Ruthman, artista moderno) con el gusto por lo exótico y lo fantástico tan propio de estos germanos.
La Europa fantástica, en fin, mal que en esta ocasión se disfrace de historias orientales con genios y ninfas, brujas, vampiros, emperadores de la China e islas encantadas. Que la afición a la orientalada es al cabo cosa muy nuestra, como el cine de esta genio, tradición de la buena, fabricada hace más de ochenta años para que pueda degustarse siempre con perpetua frescura y novedad.

2008-01-26

EL DESEO Y LA BESTIA

(THE BLOOD BEAST TERROR)
Director: Vernon Sewell. Con Peter Cushing, Wanda Ventham, Robert Flemyng. Gran Bretaña, 1968.

Dijo Don Pedro Cushing en una ocasión, creo recordar, que esta era la peor película que había rodado nunca. Y no, no, no tenía razón. Puede que estuviese enfadado con el director o con algún otro en el rodaje, que la ira es mala consejera; el caso es que sin ser nada del otro mundo esta historieta de mutaciones, polillas vampiro y carricoches victorianos se deja ver la mar de bien.

Cierto que no es Hammer, y se nota, que en donde la Casa del Terror por excelencia pone atmósfera, iluminación, sentido dramático de puesta en escena y formidables colorines, este Deseo y la Bestia contrapone una narración plana en todos los sentidos. Luces neutras, cámara acomodaticia, falta de emoción y trajes de mariposa carnívora lindando el ridículo. Vernon Sewell no da para más, pero qué quieren, hay sabio loco, hermosas crisálidas gigantes, es de los sesenta y marcadamente british. ¿Cómo no vamos a perdonarla?

2008-01-25

THE ALLIGATOR PEOPLE

THE ALLIGATOR PEOPLE

Dir: Roy del Ruth.
Int: Beverly Garland, Bruce Bennet, Lon Chaney Jr., George McReady, Richard Crane.
20th Century Fox. B/N. USA. 1959.


Pero qué envidia le tengo. ¡Quién fuese como él! ¡Qué paradigma de actores, qué espejo en que mirarse, jovenzuelos! La serie B se hizo carne y su nombre fue Lon Chaney Jr. Dicen los bienpensantes que su registro era limitado ¿Cómo? ¿Interpretar a Drácula, el Hombre Lobo, Frankenstein, la Momia o el Maestro Satánico es acaso poca cosa? Vale, también hizo a menudo de vaquero malo, de policía rudo y hasta de indio con plumas. Con un físico semejante a ver qué querían. Animalidad que traspira el hombre. Conoció los seriales, las profundidades abisales de las parodias mejicanas, los años de gloria de la Universal y las monster-movies de los 50´s. ¿A que se cambiarían por él? Hombre, uno ya sabe que la decadencia fue larga y penosa, desgracias que pasan, y que tuvo sus más y sus menos con el tema del chufle... pero qué quieren ustedes… ¡Así es la cosa esta de la vida.!
Acabo de encontrármelo en los pantanos de Lousiana. Un caimán de los que por allí abundan se le ha merendado la mano izquierda, así que no tiene más remedio que usar un garfio. Lo ví algo borrachuzo, hecho un Adán sudado y grasiento, siempre de malas pulgas, disparando su revólver y escupiendo blasfemias. Andaba metido en una jarana de sabios locos, mutantes y cocodrilos que no quiera usted saber, ayudando en una clínica llena de pacientes enmascarados. Hombres que entre sueros y rayos los transforman en reptiles o algo así. Lo explican todo en una película: The alligator people. Son asuntos de un mad-doctor que pretende curar gente con glándulas caimanescas, pero en esto del fantástico ya se sabe, se te va un pelín la mano y te sale cada desvarío... El caso es que a pesar de semejante argumento el director Roy del Ruth se las arregla para construir una película casi perfecta, más de creación de atmósfera que otra cosa, lejos del ridículo, más próxima a La mosca (1958) que a The mole people (1956), por citar dos de la misma cosecha. Una historia demencial desarrollada como un cuento gótico en el Bayou, pródigo en escenas surrealistas excelsamente iluminadas. Un tono comedido y pausado, con ejemplar gradación de la intriga, que se quiebra con la aparición final de un monstruo de risa hecho de retales de bolso. Por su culpa, los puretas no le han concedido el lugar que merece entre los clásicos del fantástico ¡Ignorantes descerebrados que desconocen que un ser raro de a peseta no puede sino ennoblecer cualquier realización! ¡Contertulios de Garci, sean anatema!

THE MONSTER MAKER


THE MONSTER MAKER
Dir: Sam Newfield.
Int: J. Carrol Naish, Ralph Morgan, Glen Strange, Tala Birell, Wanda McKay.
PRC Producciones. B/N. USA. 1944.

Ay, ay, ay… una película de a peseta de 1944… PRC Producciones, los reyes del serial… con gorila, laboratorio, monstruo y chica atada… y dirigida por un titán capaz de firmar más de trescientas películas sin inmutarse… Me temo que estamos ante ese tipo de cine que hace que al Abuelito le entre la tremolina, y pierda la imparcialidad y hasta el oremus. Así que, ¡hala!, antes de verla, todos a recitar conmigo: ¡arrenegada sea la objetividad, viva sea por siempre la visceralidad!
Otra vez la serie Z clásica, representada hoy por sus más conspicuos titanes: el director Sam Newfield, responsable de perlas como La serpiente voladora, El monstruo loco o El terror de Tiny Town; el camaleónico J. Carrol Naish, que lo mismo hace de jorobado que de pirata, jefe indio u hombre simio, todo a pedir de boca; Ralph Morgan, vampiro en los años treinta y fabricante de androides en The monster and the robot; Glen Strange, hombre lobo y Frankenstein en las más decadentes de la Universal… Terror sencillo, cine majareta para creyentes, del que el espectador completa mentalmente sus carencias en juego perpetuo; films baratos que, en su locura, contienen la verdad última del género. The monster maker es título canónico, generador de imágenes de fuerza y convicción absolutas gracias a actores y técnicos, señores de los que conocen su oficio sin tonterías, cámara en mano un día detrás de otro.
Es el caso que el doctor Igor Markoff, eminente endocrinólogo ducho en las glándulas y sus misterios, anda loco tras la hija de Ralph Morgan, pianista famoso. Como la chica no le hace caso, decide chinchar a su futuro suegro inoculándole la acromegalia, una enfermedad que le deforma los huesos de la cara amenazando con reventarle el cráneo. Ayudado por el sicario Glen Strange, por su amante enfermera y por su gorila particular, a quien utiliza con escaso provecho para perpetrar sus crímenes, Carrol Naish se va complicando la vida hasta que todo explota en un guirigay de antropoides furiosos, jeringas y monstruos humanos. Tópica, torpe e incoherente, dirán las voces críticas una vez más. ¡Enfebrecida y fresca, puro Arte, ignorantes!

CAPERUCITA Y PULGARCITO CONTRA LOS MONSTRUOS

CAPERUCITA Y PULGARCITO CONTRA LOS MONSTRUOS
Dir: Roberto Rodríguez.
Int: María Gracia, Cesáreo Quesadas, Manuel “Loco” Valdés y el Enano Santanón.
A colores. Méjico. 1962.
Ay, ay, pimpollos, vaya una película rara… Es como un misterio del cine de los más grandes que hay, que todo es verla y verla y no saber qué demonios es. Salen el Lobo Malo, el Coco y el Hombre del Saco… y Drácula, y Frankostino. Y es a colores y mejicana. Y que no salgo de mi pasmo, diantres, y todo son preguntas y más preguntas. Compartan, aprendices, mi inquietud, a ver si hay alguno que la remedie. ¿Es posible que Pulgarcito se enfrente al Robot Humano que salía en La momia azteca (1957)? ¿De verdad Caperucita Roja está atada en el palacio de la Bruja Tontina mientras el monstruo de Frankenstein la mira peor que mal? ¿Por qué ese color tan extraño, como cargado de purpurinas? ¡Me da miedo el Hombre Doble Cacerolo! ¿Existen las Películas Rodríguez S.A.? ¿Por qué está subiéndome la fiebre? ¿Qué es esta baba caramelosa que rezuma por momentos la pantalla? Delirio, aberración, Caperucita está loca...
Y no es extraño, no. Se ve que después de visitar a su abuelita y pernoctar en las entrañas del Lobo, la pobre criatura salió pitando sin parar hasta Méjico, solo para caer en las garras del impío Rodríguez y su cine surreal para chamacos. Nada menos que tres títulos protagonizó en un año como pareja de otra estrella venida a menos, el repelente Pulgarcito, antes de desaparecer en 1959 hastiada de un universo oligofrénico de psicodelia y colorines, justo tras el estreno de su obra maestra Caperucita y Pulgarcito contra los monstruos. Me dicen los nietos que ahora los jóvenes caen como moscas en la necia droga y así; y yo no sé si esto tendrá algo que ver con el asunto este, pero el caso es que contemplar la incursión de las huestes del Bien (compuestas por los tiernos infantes, un hada que parece la Virgen con una vara de bengalitas, el enano Santanón vestido de mofeta y un perro que se llama Doncel) luchando contra los monstruos de la Reina de Blancanieves y Drácula, es experiencia que deja como fuera de quicio. Como colocao, que dice ahora la muchachada. Tanta cosa chiripitiflaútica, tanta irritante voz de pito, tanto soniquete histérico y tanto adefesio barato vagando entre decorados de cuento gótico, bonitos y bien iluminados, acaban por marear a cualquiera. ¿Será de tanta infusión? ¿Estaré gagá? ¿No habré soñado yo la penícula esta? ¡Llamando a todos los monstruos! ¡¡Destruyan a Caperucita y Pulgarcito!!

THE CALL OF CTHULHU

THE CALL OF CTHULHU
Dir: AndrewLeman. Guión y prod: Sean Branney y Andrew Leman. INT: Matt Foyer, Ralph Lucas, Chad Fifer, Susan Zucker . USA, 2005

¡Atención, que por una vez el Abuelito habla de una película del año 2005, nada menos! Cine actual hecho por jóvenes de los que uno creía que no quedaban. Muda y en blanco y negro como mandan los cánones. La cosa es seria, ya ven; así que fuera bromas y sepan de dónde sale semejante obra maestra. La Howard Philips Lovecraft Historical Society es un grupo de avispados fans americanos que se dedican a difundir y explotar el universo loco del maestro de Providence. Su primera producción es esta, cuarenta y siete minutos filmados al estilo y modo de 1926. Los responsables, Andrew Leman y Sean Branney; el pretexto para actuar así, la fecha de publicación del relato de Lovecraft La llamada de Cthulhu, el mismo 1926.
Mas no se trata de parodia o académico ejercicio de estilo. La fotografía es en blanco y negro desvanecido, y los intertítulos reproducen literalmente el relato original con toda su fantasmagoría y pomposidad pulp; los efectos especiales se ciñen casi por completo a técnicas de antaño, transparencias, stop motion y juegos de luces. La forma de 1926 parece respetada, pero la planificación, el montaje y la estructura narrativa son de ahora mismo; no filigrana mareante sino aprovechamiento de cuanto se conoce en 2005 y no puede ser obviado; sabia creación de atmósferas e impecable puesta en escena. Al obligarse a seguir pautas de 1926 se recrea fielmente la imaginación de un señor de la época, nutrida con las mismas referencias visuales y temáticas sugeridas, del expresionismo tipo Caligari al cubismo popular; del rudo estilo Weird Tales al del serial mudo y el folletín prodigioso. El resultado es la mejor adaptación posible de un texto lovecraftiano, construido con las mismas esencias estéticas que pudo concebir el autor cuando lo escribía.

Con mano maestra se manejan en escena más de cincuenta personajes y hasta diez escenarios que abarcan de la ciudad olvidada de Ry´leh a los rituales satánicos oficiados en las marismas de New Orleans, pasando por el mar incógnito donde naufragan las goletas y reina la abominable figura de Cthulhu, pulposo en todos los sentidos y más grande que una montaña. La historia, compleja y considerada inadapatable, se desarrolla en cinco tiempos diferentes, ejemplarmente enlazados con episodios de título delicioso: El Horror de Arcilla, El informe del Inspector Moran y La locura que vino del mar. Aventura, terror, baratura, espectacularidad, genio y sabiduría cinematográfica a raudales. Apunten para su culto los nombres de Leman y Branney, inmersos ya en su siguiente producción, The shadow over Insmouth, esta vez a la manera de 1934.

2008-01-24

L´UOMO PUMA

L´UOMO PUMA
Director: Alberto de Martino. Con Walter G. Alton, Donald Pleasance, Miguel Ángel Fuentes, Sydne Rome. Italia, 1980.

Una de las películas más abyectas del cine europeo moderno de ahora, realizada a contra corriente de toda tendencia y sin que director ni guionistas parezcan haberse enterado de que el serial y el folletín han muerto hace un montón de tiempo, incluso en México, su penúltimo bastión. Es igualita en presupuestos y resolución que cualquiera de Santo o de Kaliman, fantástico devoto de las antiguas formas, hecho con más voluntad que acierto a mayor gloria del espíritu pulp que todavía se mantiene en Italia, gente de gusto aquella y no como en estos pagos.
Enamoran sus ridículos efectos especiales, tal vez los más toscos jamás contemplados; un guión completamente majareta que bebe de las fuentes más puras y obsoletas; y sobre todo el impresionante aspecto del Hombre Puma, un superhéroe enclenque que calza botas camperas y viste pantalón de tela gris con bolsillos, capa y poncho monocolor a lo Quilapayún, y chaqueta de pijama con emblema gigante de puma dorado. Vuela con muy poco garbo, se teletransporta por el éter y se enfrenta al malvado Kobras, un Donald Pleasance ataviado con un batín metalizado que hace lo que puede en medio de tanto desatino. "¡Yo lo he visto! ¡No era un hombre! ¡Era un felino que volaba!" Por cierto, ¿ sabría decirme alguien si los pumas vuelan?


2008-01-23

SEÑORES DEL LILIPUT RANCIO

Los enanos del cine viejo
No tenían nombre, que hace poco nadie sabía cómo se llamaban. Ni alma siquiera hasta entrado el siglo XVI, cuando la Iglesia Católica se la concedió en señera encíclica. No figuran en los repartos, ni alcanzan fama, ni premios, ni memoria. Por no tener, no tienen ni estatura. Bueno, la tienen, pero más bien menguada.

Destinados desde siempre al espectáculo los enanos son, junto a los gorilas, las únicas criaturas del mundo real que han alcanzado el estatus de icono del fantástico. Más allá de su talento, que algunos mostraron a raudales, frecuentaron cine a toneladas, de la gran producción al serial y a toda la gama de la B a la Z. Enanos de celuloide hay muchos, pero no se trata ahora de hacer un censo. Hoy les toca conocer a cuatro de entre ellos, los más ilustres, gente que supo hacer virtud de su propia naturaleza. Seres bizarros por excelencia, dedicados desde el advenimiento del cine a imponer su presencia, siempre acogida con regocijo.

GREETINGS FROM TINY TOWN

Tiempos pasados, señoritos, menos timoratos que estos, en los que a nadie avergonzaba contemplar trapecistas, cantantes o músicos acondroplásicos. Desde Europa emigró un montón de ellos hacia la tierra prometida, una Norteamérica en la que reyes del espectáculo como Barnum & Bailey o los Ringling Bros. ofrecían trabajo seguro para quien cultivase sus habilidades en alguno de los shows más grandes que la vida que bajo el mando de tales magnates recorrían el país de este a oeste.
Los seres pequeños impusieron durante décadas un star system paralelo cuya popularidad hoy no puede ni concebirse. Tomaron nombres rimbombantes y vidas inventadas, como el General Pulgarcito, descubierto por Barnum en 1842, que aparecía en escena ataviado de escocés, Hércules o Napoleón, cuya existencia entera se transformó en espectáculo y a cuyo entierro asistieron nada menos que diez mil personas; Waino y Plutanor, los Salvajes de Borneo, dos hermanos gemelos oriundos de Conneticut algo retardados; la Princesa Tiny, de cuarenta y siete centímetros, que se reclamaba aristócrata y tenía seis dedos en la mano derecha; el Mayor Myte, un dandy de medio metro colaborador en las películas de Hal Roach de La Pandilla; la princesa Wee Wee, bailarina de revista, proclamada por la crítica la mujer pequeña más perfecta del mundo; Luz Villalobos, la estrella enana de Chihuahua y su cuadro de danza española…
De los veinte a los cuarenta, no hubo parque de atracciones en Estados Unidos que no tuviese su Tiny Town, una pequeña urbanización que reproducía en miniatura el suburbio de cualquier ciudad, donde los enanos residían y recibían al público visitante disfrazados con pelucas y haciendo cabriolas. En una de estas extrañas midget villages se dio a conocer la Doll Family, compuesta por Harry, Daisy, Grace y Tiny, un grupo de pequeños actores llegados de Alemania a principios de los años veinte.

EL ENANO MÁS BELLO DEL MUNDO

Kurt Schneider se llamaba el patriarca del clan, un hombre en miniatura con ademanes de señorito que solía aparecer vestido de etiqueta luciendo sus cincuenta centímetros más chulo que un ocho, rostro aniñado, cabello rubio, cigarrito en mano, altivo y mosqueado. Cuando llegaron a América, los Schneider adoptaron el apellido Earles, y con este nombre empezó el pequeño Harry sus andanzas, entre las que se cuentan algunas apariciones en producciones mudas insignificantes.
En una de tantas incursiones que el dipsómano y bonachón Tod Browning solía hacer por las ferias añorado de sus años pasados como artista de circo, vino a trabar amistad con Harry Earles. Fue el hombre diminuto quien le llamó la atención sobre los relatos de un escritor de segunda, Clarence “Tod” Robbins, autor de una novela desquiciada muy próxima a la sensibilidad enfermiza de Browning. Se llamaba The unnholy three e inmediatamente conquistó al cineasta, que en 1925 estrenó la película del mismo título. El consejo de Harry era interesado, ya que contaba con el papel del enano que forma parte sustancial de una trama inolvidable: compinchado con el forzudo del circo, un ventrílocuo (el gran Lon Chaney) decide convertirse en anciana. Abre una pajarería en la que vende loros y animales de compañía para introducirse como dulce abuelita en casa de sus clientes millonarios junto al que llama su nieto, Harry Earles vestido de bebé y metido en un carricoche de paseo. Cuando no lo ven, el pequeño desvalija cajas fuertes y hasta asesina a los incautos clientes.

TRES SON MULTITUD

Pero el Trío Fantástico, como los Tres Mosqueteros, son cuatro: al gigante, al travesti y al enano se suma un gorila que tienen en casa metido en una jaula y que acabará por zamparse a los malvados. Contado así mucho sentido no tiene, la verdad, pero como siempre Browning construye con materiales absurdos una obra maestra de perversidad y relaciones humanas al borde del delirio. Imágenes que se clavan en la retina: las del menudo Earles fumando un puro ataviado con camisón entre infantiles juguetes; las escenas de la feria, con la mujer gorda, el tragasables y el muñeco parlante; la del Trío huyendo de la policía en un coche, con Chaney llevando bajo el brazo a Harry y Víctor Mclagen metiendo al simio en la parte trasera… cine mágico, del que hace sudar, turba e hipnotiza. Y para que vean cómo cambian los tiempos: entonces gustó tanto que cinco años más tarde se rodó una versión sonora, la única en que se oye hablar a Chaney, calcadita de la muda y en la que Earles repite su inmortal papel, con voz chillona y cascada y mala leche a raudales.

EL SENDERO DE BALDOSAS AMARILLAS

Habla que te habla, Harry, que era muy leído, le enseñó a Tod otro relato del mismo escritor, Espuelas, versión casi literal de lo que se convertiría en La parada de los monstruos (1932), cuyos derechos cinematográficos tenía comprados la Metro. Tocaría aquí ponerse a decir y no parar de esta joya cumbre: que si la fascinación de Browning por la mutilación, el circo y la otredad, que si sus planteamientos radicales e inéditos, que si también sale Daisy, la hermana de Earles, que si provocó tanto a la sociedad de su época, que si tal y que si cual: a ver, si alguno de ustedes no la ha visto, haga el favor de dejar de leer y marcharse castigado al cuarto oscuro.
Baste señalar que comercialmente no estuvo Harry muy acertado, porque Freaks disgustó tanto a su productor, Louis B. Mayer, que después de condenar al ostracismo a Tod Browning, vendió los derechos al Gran Amo de la explotation de los treinta, el incorregible Dwain Esper (director de perlas como Maniac, Marihuana- weed with roots in Hell o How to dress in front of your husband) para que la exhibiese por las ferias de pueblo, proscrita durante décadas de todo circuito de distribución.
La carrera cinematográfica del enano guapo parecía llegada a su fin cuando una producción justamente mítica vino a dar nueva oportunidad a la gente pequeña, sacándola por un instante de los abismos de la serie B a la que cada vez más se veía relegada. La película es esa cima del cine lisérgico llamada El Mago de Oz. Era 1939 y no hubo pequeño actor que no estuviese dispuesto a aparecer como munchkin para dar la bienvenida a Dorothy de Kansas. Para Earles y la Doll Family aquellos trajes y peluquines de colores significaron su despedida del cine; no así para un enano diminuto y malencarado, veterano de la pantalla que ya había aparecido en Freaks y que entre un centenar de chiquitines más se dedicaba a dar palmas y armar jarana en torno a Judy Garland.

EL REY DE LILIPUT
Desde que en 1929 hiciera de engendro submarino en la versión muda de La isla misteriosa y de enano diabólico en la extraña y sofisticada Seven footprints to Satan, Angelo Rossitto, que así se llama la superestrella de Mundo Liliput, supo de las grandes posibilidades de su físico. Cetrino, de rostro cortado a hachazos, una gran cabeza toda ojos y boca, acondroplásico (que quiere decir cabezón y de miembros muy cortos, ignorantes), moviendo su cuerpo diminuto y vivaz con expresión perpetuamente amenazadora, Angelo construyó a lo largo de sus más de cincuenta años de carrera un icono del fantástico labrado título a título, a través de los más extravagantes papeles. Después de haber trabajado con actores míticos (Conrad Veidt, Lon Chaney) fue su amigo John Barrymore, el Dr. Jekyll de 1920, quien le animó a seguir en el cine. Como todos los enanos procedentes del circo, ejerció algún tiempo de doble de actores niños; en concreto, y por difícil que resulte de creer, de la tierna y angelical Shirley Temple.
Era la época anterior a la autocensura de las productoras, y el trabajo no faltaba, así que con los ahorros conseguidos, Angelo montó un kiosco de prensa cerca de los estudios, y hala a vender periódicos entre rodaje y rodaje. Hombre bragado, fue uno de los pocos intérpretes de Freaks que se proclamó orgulloso de la película y salió a defender a Browning cuando se le atacaba como loco y pervertido; fundó el primer sindicato de enanos que la historia registra, la Little People of America Asociation; y hasta se presentó como alcalde de Los Ángeles en 1973, sin fortuna. Mas su espíritu combativo no pudo con las mojigaterías que se avecinaban, cuando en nombre de correcciones políticas varias, mostrar en la pantalla seres menudos pasó a considerarse de mal gusto y los enanos se vieron desterrados a la gloria de la serie Z.

YO QUIERO SER ANGELO ROSSITTO

Fue terminar el rodaje de El signo de la cruz (1932), de Cecil B. de Mille, donde Angelo luchaba en el circo romano al frente de una horda de pigmeos contra un grupo de amazonas, y encontrarse con que los pequeños ya nada podían esperar de las majors. Lejos de amilanarse, nuestro hombre instaló sus reales en productoras pobres como Monogram y PRC, junto a toda una plétora de actores allí arrumbados por practicar cine de horror.
Angelo no tardó en hacer buenas migas con el Bela Lugosi de la época yonqui, merodeando por la fantasmal mansión de The corpse vanishes (1942) o secundándolo como sicario contra George Zucco en la sin pies ni cabeza Scared to death (1947); Karloff lo conoció como diminuto comerciante chino en una de sus encarnaciones como improbable detective oriental (Mr. Wong en Chinatown, 1939); Sherlock –Rathbone- Holmes se lo encontró saliendo de una maleta caracterizado de Bongo el salvaje de la selva (The spider woman, 1944); luchó contra Johnny Weissmuller en Jungle Jim in Pygmy Island (1950); fue uno de los tres cerditos en la joya de la extravagancia Babes in Toyland (1934) zurrándose con el Gordo y el Flaco; acompañó a María Montez entre purpurinas y damascos en Alí Babá y los cuarenta ladrones (1944); estuvo como demonio en La nave de Satán (1935); hizo de gnomo en la maravilla onírica Sueño de una noche de verano (1935) del gran Dieterle…





LAS MUJERES ARAÑA

Con los cincuenta vino la tele y el cine Z más loco y decadente. Y en él estuvo prolífico nuestro acondroplásico. Como muestra un botón, que no los quiero marear con tanto dato, vayan tres ejemplos.
El primero, uno de los títulos más torpes y extraños de la década: Mesa of lost women (1953), un destarifo de laboratorios, sabios locos (Jackie Coogan, el Tío Lucas de la Familia Adams) y pin ups de formas turgentes haciendo de mujeres araña con una uñas descomunales, que a la media hora consigue levantar fuerte dolor de cabeza. Angelo repite uno de sus roles habituales, el de ayudante del mad doctor, da gloria verlo aupado en su taburete extra largo mientras maneja frascos y probetas.
La segunda perla, Invasion of the Saucer Men (1957). ¿Recuerdan a los marcianos cabezones de grandes dientes que deambulan de un lado a otro pinchando a la gente con sus manos-jeringas? Pues Angelo y no otro era quien se ocultaba bajo tan venerable icono de la ciencia ficción cincuentera.
Tercer ejemplo, su participación como vendedor de periódicos, un papel a su medida, en la obra de culto Daughter of Horror (1955), genialidad muda e insólita de narrativa afilada como cuchilla de afeitar.

MÁS ALLÁ DE LA CÚPULA DEL TRUENO

Los sesenta y los setenta ven a Rossitto establecido en la tele, haciendo de muñeco tipo Espinete en un programa para niños o acompañando en sus aventuras al detective Baretta, la versión barriobajera de Starsky y Hutch. Por entonces conoce a Al Adamson, el jipi loco que intenta reproducir con más pena que gloria el cine B que visionase en sus años mozos, y del que Angelo formaba parte sustancial. Así puede lucirse a gusto en Drácula vs. Frankenstein (1971), amenazando con un hacha a un descompuesto Lon Chaney Jr., o dedicarse a cambiar cerebros en la descacharrante Brain of blood (1972), donde sale como Dorro, el pequeño cirujano asesino.
Su último papel de relieve es el de Amo de la Ciudad en Mad Max III (1984); todos deben recordarle encaramado a un gigante con yelmo negro y zurrando la badana a Mel Gibson. Casi ciego estaba el pobre al terminar, y aún así siguió rodando, la última vez junto a un senil Vincent Price, el último de los actores míticos que le faltaba por conocer. Angelo murió en 1991, a los 83 años. Pero el trono del pequeño rey de la serie Z no quedó vacío: dos dignos aspirantes ocuparon su puesto.


MIGUELITO Y MISQUAMACUS

El primero, un tipo sin suerte. Se llamó Michael Dunn, era acondroplásico, muy pequeño y la mar de listo. No pasó por las manos de Barnum, ni de ningún otro vampiro circense, que se cultivó refinadamente. Desde jovencito se dedicó a actuar y su sueño era convertirse en intérprete shakesperiano, un poco difícil, la verdad, cuando sólo se cuenta con cincuenta y un centímetros de altura. De genio vivo, algunos lo recordarán como el doctor Miguelito Loveless de la serie del Oeste pop Wild wild West, que con su rayo reductor pretendía empequeñecer a toda la humanidad para pasearse por el planeta hecho un gigante. Envidiable ocupación, mas el pobre Michael nunca tuvo humor para verlo así, y a pesar de que ustedes y yo estaríamos orgullosos de participar en títulos como Dr. Frankenstein Castle of freaks (1974) o Werewolf of Washington (1971), a él le daba mucha vergüenza y una pena tremenda. Así que no tardó nada en morirse.

El segundo, el actual Rey de Liliput, el gran Félix Silla, llegado de Roma en los años cuarenta para caer de bruces en el espectáculo de Barnum. Menos mal que sus habilidades como trapecista le facilitaron el paso a la tele, con la fortuna de ingresar nada menos que en La Familia Adams (1966) en calidad de Tío Cosa, un ser peludo y con boina que reside en la chimenea. De ahí a la eternidad: robot enano en Buck Rogers (1979), niño simio en Planet of the apes (1968), troll en Embrujada (1970), marciano en Star Trek (1966), y sobre todo el papel por el que se le venerará siempre en esta casa: Misquamacus, el hechicero indio que le sale a un desgraciado de dentro de un grano en la grandiosa banalidad en colores The manitou (1978). ¡Para que luego digan que el Abuelito no es moderno

De santos y ratas



SAN JUAN RAMONEADOR CONVIERTE A UNAS RATAS QUE ESTABLECEN VIDA EN MONACATO (Circa 386).


Este hecho es relatado para edificación de la Iglesia por el autorizado camarlengo de S.S. León XIII Monsieur Guerin, en un libro publicado el siglo XIX, Vidas de los Santos ( 7ª edición en 1880).

“Era San Juan Ramoneador uno de aquellos hombres llamados por Dios que en imitación de San Antonio lanzóse al desierto del Wadi Natrum, en Egipto, para establecer vida eremítica en una cueva estrecha como guarida de hiena, tan miserable que era fama no podía permanecer en ella ni sentado, ni estirado ni de pie. Comía sólo hierbas crudas, raíces amargas y frutos salvajes que arrancaba de la misma tierra sirviéndose de sus dientes. Como quiera que en la soledad de su celda fuese turbado por la aparición de media docena de ratas, diríase que enviadas por el Enemigo para molestar su retiro, se dispuso con ahínco a predicarles, hablándoles una y otra vez de cuáles eran sus deberes para con Dios e invitándolas a loar su Santo Nombre. Acabaron estos repugnantes animales por reunirse a su alrededor para mejor aprender de sus prédicas, dando oídos atentos a sus palabras. Y estas criaturas desprovistas de razón mostraban el mayor recogimiento, y acabado el sermón, cada una loaba al Señor conforme a su capacidad, llegando a contarse que un día prorrumpieron de forma milagrosa en armoniosos cánticos de júbilo y alabanza. Desde entonces la vida de tan ejemplares roedores se ciñó estrictamente a la Regla del Monacato de San Rufino, observando ayunos, vigilias, oraciones y penitencias, y acompañando a Juan en sus ramoneos para arrancar con sus hocicos las hierbas más tiernas y hacerlas llegar de las suyas a la boca del santo, y así hasta el día de su muerte”.
( Noticia histórica sobre el bienaventurado Juan Ramoneador, padre del desierto, Monsieur Raoul Guerin, op. cit., París, 1880).

Las cuatro coronas de George Zucco






THE MAD GHOUL
(James P. Hogan, 1943)

Para birlarle la novia, el dr. Morris convierte a su rival en zombi gracias a un gas de los antiguos aztecas. No preocuparse, que para salir de su estado cadavérico le basta con ingerir cada día un corazón humano bien fresquito. Una gema de la Universal con un Zucco que se sale como científico malo.



THE MAD MONSTER

(Sam Newfield, 1942)

El profesor Lorenzo Cameron crea una droga que transforma en hombre lobo, y pretende convencer a otros sabios para que la inoculen a las tropas aliadas para derrotar a Hitler con un ejército de licántropos. La propuesta no agrada demasiado a sus colegas, lo que provoca las iras de Zucco que decide convertir en monstruo a Pedro, un jardinero de pocas luces que asesina a niños y adultos para cumplir la venganza del doctor loco, mal que le pese. Formidable muestra de lo que es el horror de la genuina serie B (cuyo nombre toman ustedes tantas veces en vano, desdichados).


DR. RENAULT´S SECRET

(Harry Lanchman, 1942) La más atmosférica y lograda de todas las películas de Zucco, en buena parte gracias a su papel, un mad doctor salvaje que ha transformado a un simio de Borneo en hombre, su criado el gran J. Carrol Naish que se pasa el metraje pegando brincos, asesinando, enamorándose y llorando su selvático paraíso perdido. Obra magna del cine fantástico, tan incoherente como genial.




THE FLYING SERPENT (Sam Newfield, 1946) Canto de cisne del fantástico de los cuarenta, enternecen su ingenua dedicación a lo inverosímil y el voluntarioso muñeco de culebrón con alas que se atreven a mostrar. Zucco guarda en jaula al dios Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, que se encarga de acabar a mordiscos con quien estorbe a su amo. Esencial y decadente.

DR. SATÁN Y LA MAGIA NEGRA

Dr. Satán y la Magia Negra
Con Joaquín Cordero, Sonia Furio, Noé Muruyama, Aurora Clavel. Director: Rogelio González Junior. Méjico, 1968.

“...-Plutarco Satán, Plutarco Satán, ¡¡Te ordeno que aparezcas ante mí!! ¡Levántate!.
- Rey Diablo, Padre del Mal, Dios de los Muertos... ¡Estoy muy cansado!”
¡Anda! ¡Con excusas como esas le van a ir al Jefe si habita en el mismo Averno! Ale, a resucitar, pobre Dr. Satán, con lo bien que se está echadico en el lecho, aunque sea de piedra como el de santa Teresa y esté además en un infierno que parece como las Cuevas del Drach, con luces de colorines. Venga, a currar para el Rey Diablo, metido, se ve, en asuntos de alta política del Tártaro que le llevan a hacerse servir de su brujo particular para enfrentarlo al delegado de su rival Lucifer, el Mago Chino Vampiro Yei Ling... ¡Buf! ¡Qué barbaridad! ¡Y todo en los primeros cinco minutos de metraje! Pues la cosa no para en lo sucesivo, con aparición de bellas acólitas, hechiceras orientales, vampiros gourmets- (“¡Sangre de zombie! ¡Qué asco!”), exclama decepcionado el hasta entonces murciélago de goma Yei Ling tras morder a un un par de mozas yacentes), resurrecciones a barullo...
¡Calomarde, la cosa está que arde! Y nunca mejor dicho, que el bueno del Dr. Satán se muere un par de veces, y el Rey Diablo lo manda otras tantas de las llamas del Infierno al Distrito Federal a encontrar la piedra filosofal que obra en poder del Vampiro Oriental... En fin, que soy devoto de las locuras charras, y más si están tan bien dirigidas como esta, hecha con ritmo y con alegría. De Pura Raza Mextravaganza. Que no todo el monte es orégano, se ilustren, bobalicones, que para llegar a Bizarrus Ipssisimus hay que saber distinguir el grano de la paja, y ésta, señores, está mejor fotografiada, mejor narrada, mejor... qué demontres, que sabe divertir. Treinta años después de hecha, lo que no es poco mérito.
Eso sí, niños pera de la filmoteca, puretas, críticos progresillos y aspirantes a Dirigido por, abstenerse. ¡Qué hostias, que logra mejor lo que quiere este simpático Rogelio González Junior que cualquiera de esos que me he enterao que les dicen los indis o los indios o dogmo o no sé que otra majadería... ¡Si al fin es más sabio el viejo por viejo que el mismo diablo! ¡Hala por ahí, bribones!

THE TERROR OF TINY TOWN

THE TERROR OF TINY TOWN
Director: Sam Newfield. Con los Jed Buell´s Midgets. USA, 1938

Catedral del cine bizarro, imperdonable sería no nombrar el título liliputiense por excelencia, un western de argumento ortodoxo en que no falta el chico, la chica, su viejo tío ranchero, el saloon, la barbería y la horda de bandidos malos. Pistoleros y cabareteras, persecuciones y tiroteos, todo muy manido si no fuese porque la cinta está completamente protagonizada por enanos, con decorados a su medida y ponys en lugar de caballos.
El inagotable Sam Newfield, destajista de la serie Z, es el responsable de tan feliz idea; para ello contó con una compañía teatral acondroplásica, los Jed Buell´s Midgets, en la que hay hasta una cantante sexy y un chiquitín acróbata. Con semejantes premisas pueden imaginar que The terror of Tiny Town no puede aburrir a nadie, al menos si es persona de gusto y abomina como es ley de lo vulgar y lo contemporáneo.

2008-01-22

Quince películas de Bela Lugosi



Los ojos misteriosos de Londres (The Human Monster)
Walter Summers, 1939

Un argumento grande de los de verdad, con la mezcla siempre grata de horror y locura habitual de la Monogram. Luz prodigiosa para un soberbio título en el que el Dr. Feodor Lugosi Orloff asesina a sus clientes tras prestarles dinero y hacerles firmar un seguro a su nombre. Método ingenuo y enrevesado, la verdad, que se perdona de inmediato por la iconografía siniestra del relato, una puesta en escena oscura y artificial donde deambulan imponentes Bela y sus acólitos. Hay monstruo deforme y ciego, legiones de macabros invidentes, víctima atada en mesa de operaciones y laboratorio secreto que se incendia ¡Ejemplar!




Chandú on the magic island (Versión condensada del serial The return of Chandú) Ray Taylor, 1935

Segunda aparición fílmica del personaje Chandú, un ocultista antecedente del Doctor Extraño de la Marvel. Portento en el que se suceden sin interrupción raptos nigrománticos, conjuros, ídolos siniestros y combates en el plano astral. Monumento a lo irracional aderezado de un lenguaje ditirámbico con el que Bela, el Mago Bueno, intenta asustar a los Hombres Gato del Templo de Vitras, el Sumo Sacerdote de la Isla de Lemuria, entre dislates, encantamientos y aventuras coloniales, deliciosas extravagancias del género.



Miedo a la muerte (Scared to death)
Christy Cabanne, 1947

Otra de las películas de la Monogram en las que el guión parece obra de un enemigo mortal de la lógica. Embarullado asunto de hipnosis asesina, fotografiado en color a mayor gloria de un Lugosi magnetizador al que acompaña el inicuo enano Angelo Rossito. Todavía Bela mueve las manos como en Dracula y compone las únicas escenas salvables, decadentes a más no poder. Todo muy rutinario y hasta algo desganado, desde los desvaídos actores a una puesta en escena muy lejos de la magia y lo gótico que tantas veces salvan las series Z. Ay, chiquillos, pero qué mala que es la dronga.


El acecho del fantasma (The Phantom Creeps)
Ford L. Beebe y Saul A. Goodkind, 1939

“Vosotros habéis tratado de destruir al mayor genio que el mundo conoció jamás. Ahora, que el planeta entero aguarde mi venganza”. Así reza la nota que el Dr. Lugosi, perdón, Alex Zorka, remite a la humanidad en general, aunque el caso es que ya debiera estar acostumbrado a que las autoridades le chinchen y le revoquen sus licencias. Pues nada, a refugiarse en sótanos y fabricar bombas arácnido, cinturones que hacen invisible y androides gigantes con colmillos. Doce capítulos sin tregua servidos por un equipo de expertos, Bela componiendo alegre su mejor mad doctor y un robot megabizarro convierten esta perla secreta en uno de los mejores seriales de todos los tiempos.



La sombra de Frankenstein (Son of Frankenstein)
Rowland V. Lee, 1939 / Ghost of Frankenstein
Erle C. Kenton, 1942

En la mejor saga de terror de todos los tiempos, nada menos, ahí es donde creó Bela el grande su personaje dominante. Sí, su Drácula es supremo, pero se prodiga poco. En cambio, ¿no es el Igor de las dos películas del Frankenstein de la Universal el ser más furiosamente antisocial que ha visto el cine? Jorobado, necrófilo y asesino, revivido tras ser ahorcado, desafía con su voz cascada a cuanta autoridad se le ponga por delante. Odia a la humanidad, qué caramba, y si se acerca a su castillo les tira piedras y hasta cartuchos de dinamita. Se burla en sus barbas de las fuezas vivas del pueblo, que no pueden legalmente condenarle de nuevo: eso son arrestos y lo demás pamplinas. Ver a este ermitaño nihilista y deforme tocando su cuerno en la noche, paseando con su amigo el monstruo a la luz de la luna, vagando entre laboratorios y castillos ruinosos, ejerciendo de demonio tentador sobre los infelices doctores Basil Rathbone y Lionel Atwill... qué placeres exquisitos. Y si Son of Frankenstein respira poesía expresionista depurada en un guión todavía coherente, Ghost of... es la definitiva inmersión en los avernos del género, con personajes y melodrama canónicos. Qué narrativa, qué decorados, qué actores: para caerse la baba.




El Poder Invisible (The Invisible Ray)
Lambert Hillyer, 1936

Un enfrentamiento Karloff –Lugosi lastrado por un desarrollo algo premioso. Al inestable Boris le roban a su mujer, el meteorito que ha descubierto y su futuro como científico. Menos mal que pronto deviene en monstruo fluorescente y con su poder radiactivo emprende el desquite contra su rival Bela, un compadre poco de fiar. La atmósfera no está del todo lograda, pero sale un rayo de la muerte con el que el Karloff igual derrite estatuas que cura la ceguera de su mamá, que por sí solo ya redime la cinta.



The corpse vanishes (El ladrón de cuerpos)
Wallace Fox, 1942

La más insensata –y ya es decir- de las películas del Tío Bela con la Monogram. Nada menos que a raptar novias catalépticas al pie del altar se dedica el doctor Lorenz, de nuevo Lugosi en su eterno papel de científico loco. Pero no para aprovecharse de la carne joven, no, sino para sacarles la sangre con objeto de rejuvenecer a su esposa, una especie de momia a la que guarda en un ataúd en sus fases durmientes, y a quien sienta en un trono –entre enanos, sicarios y gentes de mal vivir- los pocos ratos en que sale de su morbidez transformada en una mujer fatal. Absurda hasta lo surreal, una maravilla obligada para todos los amantes del cine loco sin paliativos.


Satanás (The black cat)
Edgar G. Ulmer, 1934

Que Don Bela tuviese sana envidia de su colega Sr. Karloff era de esperar, visto el diferente humor con que afrontaron sus carreras. Pero que lo que quisiera en realidad fuese despellejarlo vivo para disfrutar de su agonía resulta bastante más preocupante. Metáfora de la vida misma, tal que así hace en esta cinta el Doctor Vitus con su enemigo Boris, un arquitecto de la Bauhaus elegante y traidor. Venga de incordiarse y hacerse chichinas el uno al otro, torturándose en un escenario límpido, estilizado y moderno en las antípodas de las mugres andrajosas tan del gusto de ambos. Un caramelo vesánico y exquisito, para paladares selectos.




La isla de las almas perdidas (Island of lost souls)
Erle C. Kenton, 1932

La verdad es que San Carlos Laughton en su papel de Doctor Moreau se come la película entera. Morboso, pillastre –hay que ver qué mujercita pantera se apaña para satisfacer sus vicios- y cruel, jugando a ser dios escalpelo en mano y dispuesto a hacer caminar a las bestias a dos patas por las buenas o por las malas, el genial gordito encarna uno de los mejores mad doctors que en el cine han sido. Maravilla oscura y siniestra en la que Lugosi, secundario como si adivinase ya su posterior decadencia, se limita a predicar destrucción y matanza desde su irreconocible maquillaje de Hombre Fiera. Clasicote del mejor, cosecha RKO.



Dragones Negros (Black Dragons)
William Nigh, 1942

El Dr. Maëlstrom, cirujano plástico nazi, acude a Japón por orden de Hitler para transformar a cinco hijos del Sol Naciente, pequeñitos, jóvenes y de ojos muy oblicuos, en gruesos y sanotes hombres de negocios norteamericanos que se infiltrarán en Estados Unidos para ejercer de saboteadores. La venganza de un Bela irritado por el mal pago recibido impedirá que triunfen cuando estrangule a los traidores, los ahorque, los hipnotice hasta la catatonia o inyecte en sus cuerpos mortales virus que les conviertan en seres deformes. Un thriller disparatado hasta lo bufo, o lo que la Monogram entendía por cine convencional para todos los públicos.


Voodoo man
William Beaudine, 1944

Rituales nigrománticos conducidos por un George Zucco con túnica y plumas de gallina que entre calaveras y timbales intenta reanimar a la señora de Lugosi, una muerta que vegeta sin alma hace veintidós años; caserón aislado; troupe de tarados encabezados por un John Carradine tonto del haba y obseso sexual; voces grandilocuentes; cuarto de los inventos; un Bela ocultista, científico y con barbas de chivo; mozas zombies guardadas en vitrinas; hipnosis, modales afectados, sombras y portentos en cada uno de sus sesenta minutos, contados con pulso sabio y que logran hasta inquietar. Sin duda la joya de la corona de la Monogram.



El castillo de los misterios (You´ll find out)
David Butler, 1942

Ver a Bela parodiándose con humor, y no con efectos químicos y tristeza de más, disfrazado de medium farsante con turbante representando entre fanfarrias espiritistas un número ectoplásmico de barraca de feria, con la misma alegre ironía que aplican a lo suyo los otros componentes del Trío Maldito Boris Karloff y Peter Lorre, es espectáculo que valoriza por sí sólo esta comedieta de miedo no del todo reseca. Los tres grandes se compinchan para Matar Bella Heredera en Mansión Encantada, pero el músico Kay Kyser al frente de su orquesta de swing cómico les desbarata los planes, entre canciones y batacazos varios.


The return of the Ape Man
Philip Rosen, 1944

Clásico del cine sinvergüenza. No tiene nada que ver con la precedente The Ape Man. No hay ningún Hombre Mono, ni siquiera el gorila dibujado de los títulos de crédito. Ni actúa George Zucco, que también lo anuncian y es mentira. Sale un cavernícola que se encuentra Lugosi en la Antártida, congelado en un bloque de hielo y con pinta de Ángel del Infierno harapiento. Se lo lleva a su casa, y allí después de algunas cavilaciones, decide hacer lo que cualquier sabio sensato: transplantarle el cerebro de John Carradine y venga de hacer maldades con el pobre infeliz. Un disparate rutinario y decadente, esencia pura de serie Z.


The black sleep
Reginald Le Borg, 1956

Disparate máximo sobre un doctor aficionado al escalpelo y la lobotomía que conserva a sus deformes víctimas encadenadas en un subterráneo. El filme es torpón, y el pobre Bela da mucha lástima saliendo de mayordomo unos minutos, que ni habla de lo acabadico que está. Pese a todo, esta última película es adecuado colofón y metáfora inmejorable para la carrera del Rey del Horror. Se despide inmerso en la serie Z que le dio la gloria y arropado en homenaje freak por los más grandes colegas de su estirpe: Basil Rathbone, Lon Chaney, John Carradine, Tor Johnson y Akim Tamiroff , todos haciendo de monstruos y dementes, como manda la ley.


Return of the vampire
Lew Landers, 1943

Secreta obra maestra del cine de vampiros, gótica, sombría, artificial y sazonada con la pizca de locura que la receta requiere. Rodada con aires de major, Lugosi se mueve en ella como Pedro por su casa encarnando al malvado Armand Tesla, un depravado científico rumano del siglo XVIII que resucita en el Londres bombardeado de 1943. Ritmo pausado, interpretación majestuosa, fotografía y puesta en escena tenebrosas y solemnes. Y encima sale un hombre lobo que hace las veces de Renfield, y que convierte este clásico desconocido en el Dracula meets the Wolfman que la Universal nunca se atrevió a rodar.